Principio de Premack ("si terminas las verduras te doy helado")

Antes que nada, pido disculpas por haber dejado sin actualizar este blog mucho más tiempo del que hubiera deseado.

Hoy voy a hablar de un principio de curioso nombre y de suma utilidad en el campo del comportamiento y aprendizaje, de aplicación, como tantas veces, en animales de cualquier especie, incluyendo humanos, perros, delfines y, por supuesto, loros.

El psicólogo norteamericano David Premack (1925) enunció, tras diversos experimentos realizados con ratas, que “aquéllas conductas más probables refuerzan las menos probables” dando lugar así al Principio de Premack, de capital importancia en adiestramiento animal y que facilita el empleo de técnicas avanzadas como el uso inverso de cadenas de comportamientos (back-chaining). Otra forma de entenderlo es que los refuerzos no sólo pueden ser comida o caricias, sino que una conducta que se percibe como agradable también es un refuerzo.

Si trasladamos este principio a los humanos, lo encontramos por todas partes. Cuando nuestra madre nos decía que si estudiábamos durante una hora a continuación nos permitiría ir al parque a jugar, sencillamente estaba aplicando el Principio de Premack. En este ejemplo, el acceso a la conducta deseada (jugar en el parque) servía de estímulo para realizar la conducta menos deseada (estudiar), reforzando esta última. Exactamente el mismo principio está detrás de la frase "si te terminas las verduras, de postre te doy un helado".

Aunque algunas de las conductas que queremos enseñar a nuestros loros son respuestas simples (por ejemplo subirse a nuestra mano o saludar), la mayoría de las que analizáremos en este blog son algo más complejas (no en el sentido de dificultad, sino en que se tratará de conductas compuestas por muchas respuestas sencillas, como por ejemplo caminar hasta diferentes aros, discriminar sus colores e introducirlos en diferentes sitios) y se trabajan mediante el encadenamiento de respuestas sucesivas. Estas “cadenas” a veces se trabajan “hacia delante” (forward-chaining) y a veces en sentido inverso (back-chaining), es decir, desde la última respuesta de la conducta hacia la primera.

Veamos un sencillo ejemplo:

Imaginemos que estamos enseñado a Rufo a que coja un objeto y nos lo traiga a la mano (este juego en inglés se denomina “retrieve”, ahora ya entendéis la tendencia a ir a por la pelota de los perros Golden retriever…). Dicho así, parece una conducta fácil de ejecutar, pero en realidad se trata de la siguiente cadena de respuestas:

 

1.- Rufo mira la pelota que está encima de la mesa.

2.- Rufo camina un paso hacia la pelota.

3.- Rufo camina dos pasos hacia la pelota.

4.- Rufo camina, sucesivamente, hasta diez pasos y llega a la pelota.

5.- Rufo estira su cuerpo y acerca su pico a la pelota.

6.- Rufo agarra la pelota con su pico durante un segundo.

7.- Rufo agarra la pelota con su pico durante dos segundos.

8.- Rufo se gira, sosteniendo la pelota con su pico, y camina un paso hacia nosotros.

9.- Rufo camina, sosteniendo la pelota con su pico, dos pasos hacia nosotros.

10.- Rufo camina sosteniendo la pelota, sucesivamente, hasta 10 pasos y llega a nosotros.

11.- Rufo abre el pico y deja caer la pelota dentro de nuestra mano.

 BINGO!

Como vemos, el comportamiento deseado ha sido dividido en muchos pequeños pasos para que sea posible su aprendizaje.

Pues bien, es probable (depende de cada individuo) que ese comportamiento sea más sencillo de aprender si le enseñamos a Rufo la cadena de respuestas en sentido inverso, ya que si le enseñamos primero el último eslabón de la cadena, y continuamos entrenando inversamente hacia el primer eslabón, Rufo siempre se estará moviendo desde una respuesta desconocida (y por tanto menos deseada) hacia una ya conocida (más deseada), de modo que la respuesta (el eslabón) más familiar reforzará la menos familiar, facilitando y acelerando todo el proceso de aprendizaje de la cadena.

De ese modo, empezaríamos por enseñarle a sostener la pelota y depositarla en nuestra mano, después nos alejaríamos de él y le enseñaríamos a caminar hacia nosotros sosteniendo la pelota, y por último le enseñaríamos a caminar alejándose de nosotros para recoger la pelota de la mesa. De esta manera Rufo sentiría como refuerzo el llegar a cumplir la primera respuesta que aprendió (última de la cadena, entregarnos la pelota), ayudándonos así a que aprendiera más deprisa las conductas precedentes.

Volviendo a los humanos, quizás os sorprenda saber que son muchos los músicos que comienzan por aprenderse la parte final de la partitura para que les sea más fácil aprender el principio de la misma… así que, cuando en el colegio me mandaban memorizar una poesía y, a veces, comenzaba por aprender los últimos versos, sencillamente estaba poniendo en práctica, sin saberlo, el Principio de Premack.

Un saludo.